El alimento pertenece a nuestra vida. Desde que nacemos no dejamos de tener contacto en infinidad de situaciones donde el alimento, si bien no es el protagonista de la escena, se torna como un importante y llamativo objeto de la escena. Cuando nacemos tenemos mucho por hacer. Mucho mundo por descubrir. Dentro de todo ese mundo, el alimento no deja de aparecer en sucesivas escenas al cabo del día. Nos llama la atención y vemos que modifica comportamiento y mueve a nuestro mejor juguete: los adultos.
El alimento no siempre fue alimento para nosotros. Tal vez en momentos iniciales fuera un objeto dinámico altamente llamativo y significativo., o, tal vez, ni nos llamara la atención. El caso es que, fruto de nuestra interacción con ese objeto y de lo que vamos viendo en nuestro entorno, el alimento se convierte en lo que es y nos empieza a nutrir. Acompañada a esa función nutricional, nuestro cerebro conecta mucha más información a ese alimento. En el Capítulo 2 del libro “Disfagia. De la evidencia científica a la práctica clínica”, encontrareis una propuesta de Sistema Semántico del alimento que va en esa línea (Paniagua et al., 2019). Imaginemos todo un sistema de significación alrededor de nuestro alimentos conocidos que influyen en nuestra relación con ellos. Un sistema necesario a explorar cuando queremos explicarnos la relación de una persona con los alimentos de su entorno y la toma de decisiones que hace de los mismos. En todo ese sistema son muchas las variables que van a influir: relación de mi entorno conocido con ese alimento, experiencias vividas con el alimento en cuestión, las características físicas del propio alimento, mi capacidad sensoriomotora para manejar los alimentos (la cual nunca va ser igual en todos los individuos), las oportunidades de acceso al alimento de mi comunidad,….e infinidad de variables más que llenarían párrafos y párrafos; en el Capítulo 3 del libro mencionado anteriormente tenéis un cuadro que intenta explicar esas variables influyentes de manera general (pág 75; Susanibar et al, 2019) Yo no recuerdo como fue mi toma de contacto con el alimento pero a raíz de vivir la toma de contacto que realizó mi hija entiendo mucho de mi relación con muchas comidas.
Llega un momento que eres adulto y te relacionas de forma diaria con los alimentos. Has automatizado cosas pero cada contacto con el alimento no deja de permitirte experiencias donde vuelves a aprender cosas y disfrutar de emociones de todos los colores.. Esa relación no solo implica la Actividad de comer. Relacionarse con el alimento implica más actividades de la vida diaria: seleccionar alimentos en la comunidad, preparar los alimentos, relacionarnos, ocio, salir fuera de casa,… No dejen de consultar el cuadro de la pág.38 de libro “Disfagia. De la evidencia científica a la práctica clínica”, donde encontrarán un cuadro de actividades de la vida diaria relacionadas con el alimento (Paniagua et al., 2019).
El alimento forma parte de nuestra vida, nos condiciona, nos define y nos mueve. El alimento es uno de los protagonistas de nuestro día a día.
Ese alimento, a parte de formar parte de nuestro tejido neuronal, tiene una serie de propiedades que lo hacen único. Cada alimento va a tener su propia estructura y arquitectura. Esta estructura va a condicionar no solo su manejo en la cavidad oral si no nuestra decisión de tomarlo y la sensación final tras la ingesta.
La arquitectura del alimento va a tener un aporte visual, auditivo y táctil que va a tener todo tipo de sensaciones y movimientos, diferentes en cada individuo y alimento (no habrá dos albóndigas iguales).
Una persona puede llegar a tener problemas con el alimento y padecer Disfagia. En ese momento ese objeto dinámico que tantas experiencias le ha aportado puede convertirse en su mayor enemigo. En ese momento nuestro análisis como especialistas de la deglución va a tener que ir más allá de su capacidad para poder tragar. El análisis del alimento va a ser un pieza del puzzle fundamental en nuestro razonamiento clínico.
Por un lado, hemos de atender a la significación de esos alimentos que la persona con disfagia puede o no puede tomar, de cara a facilitar su rol participativo dentro de su vida diaria. Conocer el alimento no solo implica tragarlo sino, también, contar con herramientas para poder seleccionarlo en la propia comunidad, cocinarlo y poder disfrutarlo. Esta es una de la justificaciones del trabajo en el entorno de la persona o, al menos, tenerlo en cuenta en nuestras consultas. La persona tiene que tener información para poder relacionarse con su alimento de la mejor manera, sea cual sea su edad o condición. Incluso, una persona cuya vía oral se encuentra tan afectada como para poder ingerir alimentos, puede tener estrategias para poder relacionarse con los alimentos de una forma respetuosa y significativa. Les muestro un ejemplo de propuestas similares para la persona con disfagia (Espacio con Gusto).
Por otro lado, hemos de atender a las características y arquitectura del propio alimento. Entender las propiedades físicas nos pueden permitir conocer su posible comportamiento en la cavidad oral y poder individualizar nuestras recomendaciones para que la persona con disfagia sepa seleccionar de un modo adecuado sus alimentos. Es importante analizar el comportamiento del alimento a diferentes fuerzas, presiones y movimientos para predecir y pronósticos las necesidades para poder adecuarlo en la cavidad oral, teniendo en cuenta las variables orales con las que se encontrará en nuestra boca (saliva, temperatura,…)
No dejemos de tener en cuenta al alimento como protagonista de nuestros razonamiento clínicos. El alimento siempre debe tener un hueco en nuestros pensamientos a la hora de abordar la disfagia. Entender esa arquitectura del alimento y recuperarla es la clave de nuestros tratamiento. Muchos de nuestros objetivos de trabajo van a depender de esa arquitectura.
El 12 de Diciembre tendré la oportunidad de hablar sobre este tema en el I Congreso Virtual Internacional de Disfagia organizado por la Asociación Peruana de Disfagia