La Real Academia de la Lengua define la experiencia como «el hecho de haber sentido, conocido o presenciado alguien algo«. También, añade como segunda acepción la «práctica prolongada que proporciona conocimiento o habilidad para hacer algo«.
Desde hace varios años dedico bastante tiempo a leer acerca de la influencia de la experiencia en nuestra toma de decisiones. Dentro de la planificación de nuestras propuestas terapéuticas la experiencia supone una pata o pilar fundamental de igual valor que el acceso a las mejores evidencias científicas. Se tiene claro en la actualidad que todos nuestros tratamientos deben basarse en las mejores evidencias disponibles, la mayor experiencia acumulada al respecto y basarse en las necesidades y motivaciones del paciente y su entorno. Esa es la clave del éxito. La experiencia, por tanto, es importante.
indagando más en el valor que aporta la experiencia os diré más. Nuestro «cerebro clínico» se configura de un modo distinto a medida que acumulamos más experiencia. Las redes neuronales que usamos cuando nos enfrentamos a procedimientos de nuestra práctica clínica cambian y se reconfiguran a medida que vamos teniendo más experiencia. Si he practicado mucho un proceso y me he enfrentado a él en otras ocasiones mi toma de decisiones es diferente y las probabilidades de éxito se incrementan. es más, si me enfrento a proceso similares aunque distintos, mi experiencia seguirá aportando redes neuronales potentes de pensamiento que me permitan enfrentarme con una mayor probabilidad de éxito. Como decía la definición aportada por la RAE, el hecho de haber sentido, conocido o presenciado procesos aporta una habilidad que me permite llevar a cabo mejor los procedimientos de mi práctica clínica diaria. En este punto recomiendo una lectura básica que puede aportar ideas en este sentido (el libro de Daniel Kanehman, Pensar deprisa, pensar despacio). Se trata de un libro que comenta varias curiosidades de otras disciplinas en este sentido. Si quereis indagar más en este sentido en el campo de la Medicina, os recomiendo el libro «Complicaciones» de Atul Gawande, en el que se hacen reflexiones acerca de la probabilidad de exito en cirujanos y la influencia de su experiencia.
¿Es importante contar con una correcta experiencia para nuestro dia a dia como terapeutas? Si, sin duda. Es claro que la experiencia se gana con los años. Pero también, bajo mi punto de vista, la experiencia debería tenerse más en cuenta en nuestra etapa formativa. no solo en la etapa universitaria, sino también en etapas posteriores. nuestros planes de estudios cuentan con dos etapas de Practicum en las que el estudiante acompaña a logopedas en activo. Ese acompañamiento permite comenzar a sentir el dia a dia de un logopeda, conocer patologías y procedimientos. Sin duda es un empujón importante pero nada suficiente. El problema viene cuando acabas la carrera universitaria y te ves inmerso en un mercado laboral que te solicita cierta experiencia y no la has podido adquirir durante tu etapa de grado. Es ahí cuando entramos a aceptar situaciones laborales poco gratificantes en aras de poder adquirir esos conocimientos y experiencias que nos ayuden a subir un escalón en la falsa pirámide jerárquica de la Logopedia con la esperanza de alcanzar unas condiciones que rocen la dignidad. en este punto os invito a ver un video que creo la logopeda María Ortega, cuya reflexión me empujó a escribir una entrada que llevaba años queriendo escribir. Os proporciono el enlace directo al video (click aquí). Un problema interesante nada más acabar la carrera es que bien no somos aceptamos en determinados entornos laborales por no tener «experiencia», bien aceptamos lo primero que nos viene para poder acumular «experiencia». De un modo u otro, los inicios son complejos. Y no deberia ser asi ya que los inicios deberían ser motivantes y cargados de aprendizajes. Pero es que, además, no es posible adquirir experiencia sin supervisión. No creo que todo aprendizaje profesional deba basarse en aprender de los afallos. Recordemos que trabajamos con personas y que esos fallos nos desmotivan y nos apartan de nuestras motivaciones.
La falta de experiencia tras acabar una carrera universitaria es un problema común y normal. Existen otras carreras sanitarias que tienen mejores herramientas para solucionar estos problemas. Por ejemplo, la medicina cuenta con un sistema de aprendizaje y especialización posterior a la carrera universitaria basado en el cumulo de experiencia bajo la supervisión y enseñanza de otros profesionales con más años en activo (lo cual no quiere decir que aporte condiciones dignas de trabajo, eso sería otro tema). En Enfermería tienen otros sistema parecido. Psicología y Fisioterapia comienzan a entrar en sistemas similares.
Frotemos la lámpara mágica un segundo. Logopedas que supervisan a otros logopedas tras acabar la carrera en un sistema de aprendizaje que permite la observación y la práctica bajo supervisión (llamémoslo LIR, jejeje). Se que este sistema depende de una mayor presencia nuestra en hospitales y la generación de algunas especialidades por parte del Misterio pero soñemos…De todos modos no toda nuestra práctica sucede en hospitales, también existen otros entornos de la sociedad donde nuestra labor es importante. Sería soñar demasiado contar con un sistema tipo LIR gestionado a nivel nacional que permita enseñarnos unos a otros. Un sistema de aprendizaje colaborativo. Un sistema que nos permitiera ser aun mejor ciencia ya que, a aparte de poder generar más publicaciones, reforzariamos ese pilar de la experiencia en nuestras prácticas. Soñemos…
Es más, no solo pensemos en la parte universitaria. La enseñanza de posgrado o cursos formativos específicos se podrian basar en estos sistemas de aprendizajes. Acabemos con esos fines de semana infumables de pases de diapositivas y dediquemos nuestro tiempo a practicar y practicar con pacientes. Las nuevas tecnologias ya nos permiten el acceso a toda la teoria que queramos en cualquier idioma. Aprovechemos cuando estamos juntos para practicar, preguntar y modificar nuestras redes neuronales para incrementar nuestras probabilidades de éxito en nuestros tratamientos.
Pensemos más en la experiencia en nuestras experiencias formativas. Compartamos más experiencias, hagamos más reuniones de razonamiento clínico, preguntemos sin miedo,…
Por tanto, hay que darle una vuelta a lo que significa Experiencia y darle tanto valor como se lo damos a la Evidencia Científica. Han de cambiar cosas y hemos de ser flexibles. Lo primero que debe cambiar es el formato de formación. Aqui todo el mundo nos dirá que su curso, máster o posgrado aporta experiencia y práctica. No lo pongo en duda pero el alumno tiene que contar con un entorno en el que pueda «sentir al paciente y a la Logopedia; donde pueda preguntar y donde pueda ver las consecuencias de planificar un programa terapeutico así como de poder ser supervisado cuando aplica determinadas técnicas«. Además, tenemos que alejarnos de los Power Point y establecer enotnor de trabajo en aquipo, razonamiento clinico, de discusión y de presentación de resultados de la aplicación real de las terapias. En definitiva, el alumnado necesita saber y ver que ocurre cuando se aplican con personas «reales» esas evidencias tan bonitas que aparecen en nuestras presentaciones. En casa se estudia la teoria y cuando nos juntamos debatimos y sentimos la Logopedia real. Estamos en un momento de cambio y uno de esos cambios será el del formato actual de formación.
La experiencia no es algo que tenemos que adquirir de manera aislada en ausencia de contacto con otros logopedas. A lo mejor tenemos que pagar por recibir esa Experiencia en programas academicos estructurados (no me importaría). Lo que tengo claro que nos iria mucho mejor.
Espero que os hayan gustado estas reflexiones. si alguien tiene ganas de comentarme algo al hilo de este post puede escribirme a logocerebral@gmail.com. Estaré encantado de recibir vuestros comentarios.