De acuerdo con la RAE una falacia es una mentira o engaño. Si intentamos definir este término con las gafas de la psicología podemos ampliar la definición a argumento incorrecto. Una falacia supone un error en la estructura de un razonamiento, un fallo en la lógica que invalida un argumento. Si hacemos un razonamiento equivocado nuestro argumento será erróneo.
Cuando estamos dentro de un diálogo donde falta información o alguno de los interlocutores no sea experto en un tema una falacia pasará desapercibida y, es probable, que sea acogida con entusiasmo porque el argumento sea persuasivo y nos encaje (ésto está muy relacionado con los sesgos cognitiva o atajos que nos permiten validar razonamientos y encajarlo según nuestro modo de ver el mundo).
Aunque el pensamiento científico ofrece las herramientas adecuadas para que podamos construir argumentos exentos de estos fallos de argumentación existe un coladero importante de razonamientos que validamos debido a que hemos ignorado variables importantes y lo que creíamos que explicaba la causalidad es fruto de casualidad.
Se han descrito decenas de falacias que parecen influir en el razonamiento del ser humano y que influyen en nuestra toma de decisiones sin que seamos consciente de ellas. De acuerdo con ello, somos felices tomando decisiones sin saber que nos dejamos llevar por más creencias y emociones de las que pensamos. Este hecho hace que nuestra toma de decisiones sea menos eficaz que la toma de decisiones que lleva a cabo un ordenador con un software entrenado. A nuestro favor decir que el ordenador también tiene sus errores y no es eficaz de un modo significativo en muchas ocasiones (al final influimos de algún modo en su aprendizaje).
Una de las más falacias que más interesante me resultó fue “la falacia del tirador de Texas”. Para explicar esta tendencia a error de razonamiento se utiliza cómica historia en la que un tirador de un rancho de Texas se divierte una mañana disparando hacia una pared. Imaginémos a una apersona disparando sin una referencia clara. Una vez ha terminado dibuja una diana de acuerdo a la distribución de los impactos de bala en la pared lo que le posiciona como un tirador excelente al haber batido un récord de blancos. Uno pensará que no tiene mérito alguno pero ante nuestro desconocimiento sobre la artimaña del tirador si llegáramos a su rancho una vez acabada su hazaña pensaríamos que, efectivamente, es un tirador infalible.
Esta historia es una analogía que intenta explicar de un modo divertido como tendemos a ver patrones y generar/construir hipótesis que validamos sin establecer un pensamiento crítico (estoy seguro que a Sócrates el tirador de Texas no se la habría colado).
Este tipo de razonamientos erróneos está a la orden del día.
Cuando conocí esta historia no pude evitar establecer relaciones con mucho de lo que ocurre en la gestión de la disfagia y el manejo de variables de riesgo. Llama la atención que habiendo avanzado tanto en publicaciones aún existan variables que manejemos que no siempre tienen una relación directa. Al final esas variables suponen “dianas” que pueden hacer perder el tiempo al evaluado y desviar su atención de lo realmente importante y acabar etiquetando a una persona de problemas que no está claro que pueda tener. Ésto en el mundo de la salud tiene aún más riesgo porque si hago un razonamiento inadecuado y mi argumento no es válido las recomendaciones también estarán equivocadas y puedo generar dificultades extra a la persona (iatrogenia que está a la orden del día en la gestión de la disfagia).
Elijamos una de las dianas que suele estar presente en cribados de la persona con disfagia: el uso de un pulsioxímetro. De acuerdo con ésto, pongo mi ojo en la diana de la oximetría y busco un descenso de la saturación de oxígeno mientras una persona traga y si hago diana (hay un descenso de 3 puntos o más) la persona estaría en riesgo de tener disfagia. Este argumento implicaría, por ejemplo, que a esa persona se le recomiende uso de espesante hasta que sea evaluada. Si estuviéramos equivocados habríamos puesto en riesgo la hidratación de la persona y eso puede retroalimentar el defecto de deglución y favorecer el evento respiratorio en un adulto mayor hospitalizado (en mi experiencia existe una alta prevalencia de adultos mayores hospitalizados que se comienzan a deshidratar por esta razón y cuando se les hace una evaluación exhaustiva en muchos casos no necesitaban el uso del espesante).
Uno dirá: si el cribado dice que mire a esa diana pues yo lo hago. Y ésto es totalmente cierto pero hay que tener en cuenta dos aspectos: siempre se puede ser crítico con los sistemas de cribado y mejorarlos para ir usando las variables o dianas hacia las que vale la pena apuntar (recomiendo esta revisión sistemática de Brodsky de 2016); y seguimos confundiendo cribado con evaluación y tomando decisiones de alimentación oral definitivas después de someter a pacientes de un cribado (nadie en su sano juicio sometería a un paciente que ha dado positivo en un cribado de cáncer de colón a quimioterapia pero a la hora de tomar decisiones con la persona con disfagia nos vale un cribado porque nos permite ahorrar personal a pesar de que eso pueda alargar el tiempo de estancia hospitalaria si genera una iatrogenia).
Es importante revisar nuestras dianas y mantener un constante pensamiento crítico para saber qué variables son las más adecuadas.
Si alguien quiere profundizar en el asunto de la oximetría y la relación con riesgo de evento respiratorio en su día ya escribí algo sobre ello en LinkedIn (PARTE 1; PARTE 2, PARTE 3, PARTE 4)
Este es solo un ejemplo de una falacia que se repite con frecuencia en la gestión de la disfagia y que nos hace atender a variables que no siempre tenemos la certeza de su significación si las analizamos de forma aislada. Me parece muy interesante esta propuesta de Ball de 2023 en la que se intenta crear una matriz de variables de riesgo de evento respiratorio en la persona con disfagia donde podemos encontrar dianas hacia las que apuntar más interesantes cuando estamos gestionando la disfagia (por ejemplo la influencia del uso de fármacos, delirios,…).
No es fácil la toma de decisiones en la gestión de la disfagia. Existe un elevado nivel de incertidumbre en los clínicos que gestionan la disfagia lo que hace que se tomen muchas decisiones basadas en el miedo a que puedan ocurrir cosas sin que pensemos el impacto de esas decisiones (por ej., dejar utilizar la vía oral tiene un impacto directo en el riesgo de aparecer eventos respiratorios y no tiembla el pulso en muchas ocasiones de prohibir que una persona tome ningún alimento por vía oral). La incertidumbre se puede reducir con pensamiento crítico y para eso es importante tener un mayor conocimiento de las variables más influyente en nuestro proceso de estudio.
El razonamiento clínico es un conjunto de procesos cognitivos que debemos conocer para mejorar. Estos procesos correctamente dispuestos reducen la capacidad de sesgo que en el ser humano siempre va a estar por esa tendencia a ignorar toda la información de manera completa. No obstante, nos podemos acercar bastante a una eficacia asumible si mantenemos ese pensamiento crítico o socrático en cada decisión que tomamos con nuestros pacientes. Este proceso es compatible con tener en cuenta las necesidades de la persona, objetivo que puede mejorar nuestra toma de decisiones ya que nos permitirá poder individualizar cada caso y tener una información más específica, cosa que en la gestión de la disfagia parece bastante eficaz.
Como siempre quedo a su disposición para cualquier conversación dinámica sobre esta temática en el mail logocerebral@gmail.com