A colación de acalorados debates de redes sociales acerca de qué profesional es el más adecuado para atender el lenguaje yo os regalo esta reflexión que no es otra cosa que una opinión.
Me permito llamarla «red cognitiva de la comunicación» parafraseando al término que usa Pablo Duque )»Cognición para el Movimiento»). Por qué no hipotetizar con una red que nos permite comunicarnos. Desde luego el nombre nos daría menos problemas.
Llevo ya casi 19 años como logopeda. Se podría decir que “tengo el culo pelao” en el estudio de problemas de la comunicación (del adulto, eso si, que es el campo en el que llevo 12 años). En ese tiempo he visto casos de todo tipo y eso hace que tu forma de ver las cosas vaya cambiando. Y esto le pasará a cada profesional lo que obliga a que tengamos que ser flexibles a la hora de ver las cosas manteniendo siempre unos mínimos científicos que jamás debemos olvidar.
Añadir que en todos estos años en trabajado de manera multi-, inter- y transdisciplinarmente con diferentes profesionales, entre ellos neuropsicólogos con los que me he sentido más a gusto que en brazos. Siempre he disfrutado del trabajo conjunto con esta figura profesional y no he hecho más que aprender. No se me ocurre otra forma que atender a gente que es con la ayuda de otros profesionales.
También comencé a currar en neuro en una época en la que había todavía más lagunas y nos tocaba atender casos con muchísima menos información por lo que muchos de mis errores me aportado experiencia y aprendizajes.
Allá va…
Sin lugar a dudas en cualquier acción que realiza nuestro cuerpo subyace la cognición. Ya sea al caminar, hablar, hacernos un zumo, mirar por la ventana o ver cómo otros se mueve en nuestro cerebro surgen procesos cognitivos entrelazados que permiten que vayamos interactuando con la vida. Además, en cada caso, los «algoritmos cognitivos» que surjan serán bien distintos.
Por tanto, podemos afirmar de manera simplista que «todo es cognitivo».
Es obvio que la figura de la #Neuropsicología es clave para entender el funcionamiento humano en cualquiera de sus áreas.
Trae muchas veces controversia hablar de intervenciones en las que se ha de examinar el #lenguaje de un individuo. Puesto que nos han enseñado como método estrella fragmentar al individuo tendemos a parcelar el lenguaje en el cerebro y asociarlo a una única figura profesional.
Dado que el humano tiende a buscar a analogías para hacer sencillo lo complejo es habitual parcelar las funciones del cerebro en «dominios cognitivos» sin pararnos a pensar que nuestro cerebro en acción (que no siempre en ejecución) funciona como un tela de araña donde procesos cognitivo convergente de forma conjunta con un objetivo (o a veces sin él aparentemente). Es por ello que todos entendemos qué es lenguaje pero a la hora de desgranarlo en procesos más específicos nos encontremos que sea «algo» que va más allá de un «dominio». En su momento ya escribí algo acerca de la cognición que hay en las tareas verbales (click aquí)
Sin más, es innegable que la figura del neuropsicólogo es clave en la semiología de la capacidad del humano para manejar material verbal (un objetivo clave de las redes cognitivas para la comunicación). Para saber del «lenguaje» hemos de conocer muy bien cómo funciona la capacidad para atender a determinados focos, inhibir estímulos, cambiar de foco, sostener el funcionamiento cognitivo durante un tiempo específico, resistir al incremento de cargas cognitivas,…Es más, hemos de ir más allá y conocer cómo funciona ese lenguaje cuando lo sometemos a variables que lo sobrecarguen (dobles tareas, velocidad de procesamiento, inhibición de estímulos relevantes,…). Cualquier individuo cuyos procesos cognitivos fallen es susceptible de tener problemas en la comunicación.
Dicho ésto…. es obvio que en el funcionamiento humano surgen «función especiales» que permiten que el cerebro vaya más allá de la pura acción cognitiva a la ejecución y la interacción con el entorno. Por ejemplo, somos capaces de caminar y entendemos que ello va más allá de lo puramente «motor» ya que la persona controla su cuerpo, inhibe cosas, planifica itinerarios y hace otras muchas cosas a la vez. A nadie se le frie el cerebro cuando se dice que varios profesionales atienden los problemas de marcha de individuo con problemas neurológicos adquiridos, sobrevenidos o funcionales. Pues con el lenguaje pasa algo bastante similar. La mayoría de las veces es necesario afinar con varios ojos mirando. Por suerte, estadísticamente hay muchos casos que la experiencia de un único profesional es válida para detectar o inferir dificultades.
Pero sin duda es incuestionable el papel de la #logopedia en la exploración de la capacidad para manejar material verbal. Toda esa cognición que explota ante la presencia de material verbal está sometida a cargas muy específicas que necesitan de un conocimiento exhaustivo del funcionamiento de los órganos orales (fonética, fonología), la forma de recuperar materiales previos que ya conocemos o que estamos adquiriendo (léxico) y las formas de uso que haremos del mismo. Estas cargas van permitiendo generar todo un circuito de cognición que media la comunicación sostenido por procesos básicos que permiten la sucesión de “nodos” que permiten acceder a la ejecución de la conducta lingüística. Todo este circuito da sentido a la cognición, la optimiza y permite que se retroalimente con la respuesta que obtiene del entorno para mantener la interacción el tiempo que sea necesario.
Sin procesos cognitivos básicos todo eso se irá al carajo por fatiga, por pérdida de foco o por saturación. Sin una serie de nodos que den sentido a esa red y permitan que esos procesos básicos den la energía suficiente para crear en red procesos más complejos que permitan ejecutar el lenguaje a la vez que comprendemos las señales verbales y no verbales que no llegan del entorno todo se irá al carajo igualmente.
Total. Que me paro a pensar más profundamente y soy consciente de que me cuesta separar el lenguaje del funcionamiento cognitivo general de un individuo a la vez de que soy consciente de que el hecho de que se esté manejando material verbal hace que los mismos procesos cognitivos se reconfiguren de un modo diferente. También soy consciente de que todo ese manejo del material verbal es bastante particular y responde a variables muy especificas de “cosas” que surgen en nuestra boca, variables que permiten recuperar mejor o peor algunas palabras, circunstancias que hacen emerger estructuras sintácticas específicas o acentos diferentes o usos que provocan conductas muy diferentes dependiendo del contexto comunicativo.
Todo ello me fascina y me hace ver que “todo es cognitivo”, que “el lenguaje es cognición”, que “aquello que llamamos lenguaje responde a un código quasipredecible” (me invento una palabra), que tal vez “el lenguaje deba llamarse red cognitiva para la comunicación”.
Lo que si que tengo claro es que la ciencia avanza y se mejoran los procedimientos de gestión de los problemas de comunicación. Cada vez afinamos más el tiro aunque quede mucho por saber. Y todo esto hace que cada vez haya más figuras profesionales involucradas en todo ésto. Lo cual es magnifico.
Mi recomendación: trabajemos juntos, disfrutemos de ello. Sigamos haciendo ciencia, mejorando los procesos y creciendo juntos. Pero siempre juntos porque al final con neustras disputas lo que se genera es cierta desconfianza por parte del paciente y eso es peligroso no solo porque reduce la eficacia de la terapia sino porque, además, el paciente es carne de cañón para todo ipo de pseudociencia que solo quiere meterse en su bolsillo muy lejos de hacer las cosas bien.
No somos rivales (o al menos no lo siento así). Mejoramos nuestro trabajamos estando juntos.