El mito de la caverna, tal y como coinciden muchos autores, es una alegoría sobre el conocimiento.
Creo que de sobra es conocida esta historia por todos. Si hay alguien a quien no le suena le invito a que lea sobre ella.
En resumen, Platón, el autor de esta historia, permite, a través de una conversación entre Sócrates y Glauco, la recreación de una escena pintoresca en la cual un grupo de prisionero se encuentran encadenados con la mirada frente a un muro, iluminado por un fuego, en el que se proyectan unas sombras que generan unas personas que están posesionadas detrás de los prisioneros.
Esos prisioneros no han conocido otra cosa en su vida ya que siempre han estado encadenados. Las sombras que ven son lo único que conocen del mundo. La imposibilidad para moverse si quiera les permite descubrir el engaño. Hasta ahí podría legar la monotonía de vida de estos prisioneros pero uno de ellos, dejándose llevar por un instinto de búsqueda de respuestas a preguntas interiores logra liberarse. Imaginad toda una vida en oscuridad y el efecto que puede tener enfrentarse a salir de cueva y que los ojos se acostumbren a la luz exterior. Es por ello que ese prisionero liberado sintió miedo, impotencia y hasta dolor hasta que sus ojos se acostumbraron a la luz exterior. La recompensa a esa lucha fue descubrir un mundo distinto al de las sombras. El miedo y la frustración dieron como recompensa la razón y la alegría de descubrir un mundo distinto y real. El texto propone, a posteriori, la reflexión acerca de la vuelta de ese individuo para contar al resto de prisioneros lo que había visto. En ese transito de vuelta a la cueva, este individuo tendrá que volver a acostumbrar sus ojos a la oscuridad. Os podéis imaginar lo que ocurrió cuando el resto de prisioneros ven aparecer a su compañero ciego y con delirios al intentar demostrarles un mundo que no encaja para nada con lo que ellos conocen. Lejos de creerle, se refuerzan más en su idea de mantenerse en el mundo de las sombras.
He intentado resumir en un párrafo una historia magnifica de la literatura clásica.
Reflexionemos. Cuántas veces nos hemos sentido como los prisioneros de la caverna a la hora de enfrentarnos a la disfagia. El abordaje de la disfagia exige un razonamiento clínico adaptado a cada individuo y eso supone, en la mayoría de las ocasiones, huir de nuestra zona de confort.
Durante muchos años, no hemos tenido más remedio que seguir una serie de dogmas y preceptos a la hora de proponer soluciones a las personas con disfagia. Es posible que la falta de evidencia científica, la escasez de unidades especializadas o la situación de infradiagnóstico que ha vivido (y vive) la disfagia haya favorecido que nos hayamos movido en una serie de sombras que se han ido creando a través del miedo y la falta de información ante una condición que puede costar la vida a la persona. Totalmente normal. El peligro sigue ahí pero no podemos negar que tenemos un acceso a la información muy distinto.
Gracias a que han habido personas que han abandona esa zona de confort y se han quitado los grilletes de la comodidad de mantener dogmas inamovibles, hemos podido tener a acceso a otras formas de intervención. Son muchas las ocasiones en las que no se ha escuchado o se han evitado determinadas soluciones que procedían del mundo de la luz exterior. No puedo dejar de recordar la primera vez que escuche acerca de protocolos libres de agua o de trabajar directamente con el alimento. Recuerdo el miedo y la sensación de ceguera. También recuerdo la sensación de rechazo (no olvidaré el día en que fue “expulsado” de un foro por hablar de ese tipo de estrategias). Hubo gente que me sacó de esa caverna pero recuerdo la sensación de impotencia y de incredulidad cuando contaba a otros que todo eso era cierto y que nos facilitaba nuestras prácticas.
Abandonar la caverna nos permite establecer un razonamiento clínico basado en la persona, sus necesidades reales y sus potencialidades y barreras. Es importante comenzar a diferenciar nuestras intervenciones de acuerdo a distintos fenotipos de disfagia o grupos poblacionales. Alcanzar el mundo de la luz exterior puede facilitar que personas que rechazan el uso de espesante, a pesar de sufrir aspiraciones, puedan encontrar un espacio de entendimiento en el que se le ofrezcan soluciones a la medida.
Las personas con disfagia se encuentran en un mundo distinto al que nos proyectan las sombras. La realidad que viven en su día a día es bien distinto. Alcanzar otros mundos nos permite tener más claro cómo podemos ayudarles. Eso implica vencer muchos miedos pero, también, hacer acopio de miles de aprendizajes que nutren de vitalidad nuestros ojos para mejorar el conocimiento de ese nuevo mundo que vamos descubriendo.
Este mito de la caverna también me hace pensar que durante mucho tiempo, en una misma cueva, hemos estado distintos grupos de prisioneros encadenados y sin hacer ruidos, movidos seguramente por esas fuerzas que proyectan las sombras que nos hacían pensar que estábamos solos y que esas sombras nos pertenecían. Gracias a gente que ha alzado la voz y que ha comenzado a hacer ruido y pedir ayuda nos hemos dado cuenta que no estamos solos y que juntos nos es más fácil acostumbrar nuestros ojos a la luz exterior. Uno de los mayores regalos que he obtenido en mi experiencia profesional es que la disfagia no pertenece a un único grupo profesional y que tratarla en conjunto es una garantía de éxito.
No quería dejar de recordar ese mito tan importante para mí e intentar regalaros algunas reflexiones. Espero que ayuden a que todos acabemos en el mundo de la luz exterior donde nos esperan infinidad de personas con disfagia.