¿Recuerdas aquella vez que una persona te abrazaba, emocionada, mientras se le retiraba la sonda nasogástrica que había sido su vía de alimentación hasta que la la boca suponía un camino seguro para el alimento?
¿Recuerdas aquella risa floja se generó cuando plantaste su plato preferido a una persona que, por culpa de su disfagia, no había podido disfrutar de él durante un tiempo por cuestiones de seguridad?
¿Y ese día en que fuiste capaz de modificar la textura de aquel plato preferido que tantas sensaciones generaba en la mente de aquella persona que anhelaba comerlo con todas sus ganas?
Estoy seguro que no has olvidado ese momento glorioso en que, agarrado de la mano de una persona que llevaba meses (o años) sin probar agua, pudiste oír una sonora carcajada después de beberse un vaso de agua helada.
Yo, desde luego, no he olvidado el día que una persona recuperó la capacidad para poder bajar al bar de toda la vida y comerse sus callos a la madrileña después de un largo entrenamiento de su deglución.
Tampoco he olvidado las horas que he transito por diferentes cocinas, rebanándome los sesos para poder confeccionar un menú de una semana para que la nutrición de una persona que padecía disfagia no estuviera en peligro. Lo que nunca olvidaré es la mirada con lágrimas de una persona a la que se le había dicho que jamás volvería a degustar su plato preferido ni la fiesta organizada el día que lo consiguió.
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Esas y tantas historias que se encuentran alrededor de la Disfagia tienen que ser escuchadas.
El próximo miércoles, 12 de Diciembre, utiliza el hashtag #LogopedasContraLaDisfagia y cuenta todas aquellas sensaciones que te pusieron los pelos de punta y que te demostraron que «Comer es algo más que tragar«.